Hobinchet / Biscaïluz Dominica Estefania

Hasparren

Dominica dite Estefania Hobinchet est née à Hasparren en 9 décembre 1840, c’est la fille aînée du couple Jean Hobinchet et Marie Biscaïluz. Ces deux patronymes se trouvent avec plusieurs graphies différentes dans les registres : Hobinchet, Hobenchet, Obinchet, Robinchet, Biscaïlous, Biscaylus.

Estefania Hobinchet (supuesta)

Ce couple s’est marié en 1839 à Hasparren.

L’époux Jean Hobinchet a 27 ans, il est maçon, il habite la maison Jaufindoy, il est né à Mendionde mais actuellement ses parents David Hobinchet, charpentier et Catherine Erramondebehere ont déménagé à Hasparren.

L’épouse Marie Biscaïluz, est âgée de 21 ans, couturière, née à Hasparren en 1819, fille de feu Jeime (Jérôme) Biscayluz et de feue Marie Béhéran tous deux décédés à Hasparren.

L’acte de mariage signale que Marie a obtenu le consentement du Conseil de famille car elle n’a plus ni parents ni grands-parents. Les témoins du mariage sont un cordonnier, deux chocolatiers et un laboureur, professions classiques à Hasparren au milieu du XIXème siècle.

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Les morts trouvés – 1806 à 1825 – Primera parte

La historia de la historia

Cada historia tiene su propia historia. La historia de esta historia – corta y desbordante de casualidades – comenzó con la Ley del divorcio en Francia, adoptada el 20 de septiembre de 1792. El principio defendido por sus impulsores era simple: el matrimonio no era un sacramento (es decir algo divino e imposible de romper por el hombre) sino que un contrato social entre dos personas libres. En consecuencia, las dos personas que habían consentido firmar ese contrato también podían disolverlo.

La Nive

Se establecieron como causas para el divorcio el abandono del hogar comun, la incompatibilidad de caracteres, el consentimiento mutuo, la demencia, la ausencia durante cinco años sin noticias (algo especialmente comun entre quienes emigraban), los malos tratos o la condena penal por delitos graves, la difamación pública y el adulterio.

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Les morts trouvés – 1806 à 1825 – Segunda parte

Morir por mala suerte

Dentro del grupo de los muertos vestidos, que era el más importante cuantitativamente, podemos hacer una nueva distinción. Por un lado tenemos a los accidentados, en su gran mayoría víctimas del consumo de alcohol. Este dato es clave y explica porqué tantos marineros caían al agua. A veces, aunque muy pocas, el comisario de turno anotaba en su Procès verbal que alguien ”s’était noyé en allant à bord etant pris du vin”… A esta categoría pertenecían otros grupos de personas que, ebrias, terminaban en el agua.

Pero dentro de la sección ”Tombés dans l’eau” estaban, también, quienes morían por una banalidad, por un mal cálculo o por una desmesurada mala suerte. El miércoles 23 de agosto de 1820, un joven de unos 25 años de edad, conocido como Peillo y nacido en St Jean de Luz, caminaba por la orilla del Nive. Vestía camisa y pantalones de tela negra, gilet rojo, calcetines y zapatos. En sus bolsillos atesoraba dos monedas de seis livres cada una, una de dos francos y otra de un franco, además de algunas de menor valor. También tenía un pañuelo en quadrillé blanco y rojo ”et un couteau à plusieurs lames”.

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Les morts trouvés – 1806 à 1825 – Tercera parte

Suicidios de manual

El 14 de marzo de 1820 fue rescatado del Adour el cuerpo de Jean Cazenave, llamado Gelos por su sitio de nacimiento. El cadaver llevaba meses en el agua y estaba en mal estado. Pero se sabía con exactitud que Gelos se había ahogado el 23 de diciembre pasado. ¿Cómo podía ser conocida la fecha? Porque ese día, antes de tirarse al agua, Gelos había dejado prolijamente acomodados sobre el muelle de Allées Marines el redingot, los zapatos, el gilet y el sombrero. El hombre ya no precisaba ninguna de esas prendas y seguramente pensó que era una pena que las mismas se estropearan. El comisario Duverdier se limitó a constatar los datos nombrados, sentenciando en su informe que Gelos había muerto por submersión.

La decisión de dictaminar que la causa de muerte había sido la submersión era usada incluso en el caso de que varios testigos presenciasen el momento exacto en que alguien se arrojaba voluntariamente al río. El 28 de noviembre de 1814, el comisario Dirassen recibió ”l’avis qu’une personne de tomber où de se jetter dans l’Adour”. Jean Pierre Clerigo, capitán de la nave La Marie Joseph, le informó al comisario que había oído gritos y visto a una mujer que se ahogaba. Ordenó a sus hombres que la rescataran pero las fuertes corrientes lo impidieron, arrastrando el cuerpo en dirección a Allées Marines. Los hombres de Clerigo lograron alcanzarla a la altura de la Verrerie de Blancquignong y comprobaron que estaba muerta. A pesar de eso, Dirassen ordenó que se llevara a la mujer lo antes posible al Hospicio Civil. Todos los esfuerzos hechos por el doctor Etienne Delissalde, cirujano jefe del Hospicio, fueron inútiles: ”la personne était absolument privée de la vie”.

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Les morts trouvés – 1806 à 1825 – Cuarta parte

La poche de Paff

La mayoría de las víctimas eran identificadas por vecinos, familiares o compañeros de trabajo. Varios de los ahogados encontrados desnudos, por ejemplo, fueron reconocidos por sus compañeros bañistas. Pero la larga permanencia en el agua desfiguraba las facciones y complicaba notablemente la identificación de las víctimas. En ese caso, a las autoridades involucradas les quedaba la esperanza de encontrar indicios sobre el muerto en posibles iniciales (”marques”) grabadas en un pañuelo o una camisa o entonces en objetos en el interior de los bolsillos. Justamente los bolsillos eran una valiosa fuente de datos a la hora de fijar una identidad.

Jacques Joseph Delly, de Calais, tenía consigo una amplia documentación. Su larga permanencia en el agua obligó al comisario a secar los papeles antes de poder leerlos y es realmente asombroso que lo haya logrado. Delly había trabajado en la caballeriza de un aristócrata y recibía una pensión mensual de 133 francos. Con el resto de los documentos se habría podido reconstruir su vida. Otros llevaban consigo tantos avisos para el pago de impuestos que cabe imaginar que la mala situación económica hubiese sido el detonante detrás de su decisión fatal.

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Les morts trouvés – 1806 à 1825 – Quinta parte

Cherchez la femme – Petiton et Marguerite

En una ocasión, la pista para seguir investigando, si es que se ambicionaba hacerlo, no la ofrecieron los vecinos ni las vestimentas ni los bolsillos de la víctima sino que su propia piel. El 24 de marzo de 1816 se rescató del Adour un cuerpo masculino. Arnaud Haydot, un portefaix que vivía en Rue Pontrique 12 y que llegó hasta Port de Suzeye, dijo saber que el portador de los tatuajes era conocido como Petiton, batelier en el puerto de Bayonne.

Petiton llevaba puestos una camisa, un chaleco de lana oscura, dos pares de pantalones de tela, zapatos, calcetines de lana, un pañuelo a rayas amarillas, azules y rojas en torno al cuello y otro blanco en el bolsillo del chaleco. Fabien Duverdier le asignó a la víctima ”de 43 a 44 años” de edad y sentenció en colaboración con el doctor Cestac que la misma llevaba entre quince y veinte días en el agua. Una vez desnudado, los presentes descubrieron en el cadaver dos tatuajes. El del brazo derecho mostraba un cuerpo de mujer y la cola de una serpiente, el del brazo izquierdo representaba dos corazones y un nombre de mujer: Marguerite.

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Les morts trouvés – 1806 à 1825 – Sexta parte

Muertes con final injusto

La muerte es inevitable. Más allá de eso, puede también ser esperada o inesperada, temida o por el contrario deseada, incluso por quien la tiene que vivir. A veces, la muerte puede ser injusta. Siguiendo el curso del río Nive, debajo del Pont de Ronde, un vivo y un muerto esperaban al comisario el lunes 19 de mayo de 1811. El muerto, ahogado, era Jacques Ingrand, capitán del Regimiento de Infantería de Línea № 88, nacido en la lejana Pont sur Yonne 41 años antes. ”Après avoir fait retirer son habit d’uniforme, son épée et sa decoration de Légionnaire (…) nous avons pour servir è son inhumation dressé ce procès verbal”. Llama la atención la prisa de Dirassen. Quizás, teniendo en cuenta que un alto oficial del Ejército francés había elegido suicidarse vestido con su uniforme, su espada y su decoración de legionario, es decir con todos los símbolos de su honor personal, lo mejor era echarle la culpa al Nive y finalizar así el trámite. (El uniforme, la espada y la decoración de legionario fueron entregadas a las autoridades militares, el cuerpo fue inhumado en el cementerio local.

Más injusto aún es el destino del cuerpo rescatado del Adour a la altura de Mousserolles el 8 de noviembre de 1812. El ahogado vestía un uniforme militar con botones del vigésimoquinto Regimiento de Dragones, portaba galones de Maréchal de Logis y una decoración de la Legión de Honor. La documentación en los bolsillos confirmó todos esos datos y llevó a los investigadores a pensar que el oficial había estado de servicio en los campos de batalla de España. Pero hay en este caso algo que llama poderosamente la atención, y es que nadie mostró interés alguno en averiguar el nombre del muerto a pesar de todos los datos a disposición. Algunas preguntas parecen obligadas luego de más de dos siglos. Por ejemplo, ¿cuántos Maréchal de Logis con la Legión de Honor pertenecientes al Regimiento de Dragones podía haber en ese momento en Bayonne? ¿Por qué las autoridades policiales no tomaron contacto con sus colegas militares para identificar el cadaver de tal ilustre muerto? Debido a esa indolencia por parte del comisario Antonin Dirassen, el héroe del Ejército francés pasó a la historia como ”Cadavre d’homme inconnu trouvé noyé”. Se merecía más respeto.

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Sallaberry Etcheçahar Pierre

Sarrasquette

En 1866, un émigré basque, Pierre Sallaberry, va s’immatriculer au Consulat de Buenos Aires, c’est un homme relativement grand, 1.72 m, commerçant, sachant parfaitement signer. La seule pièce d’identité qu’il possède est son certificat de baptême : Pierre Sallaberry est né le 4 avril 1821 à Sarrasquette, fils de feu Bernard et de Marie Urruty . Il se souvient avoir pris le bateau en 1849 à Pasajes en Espagne.

Ignacio Sallaberri et Maria Ester Arbide

Les renseignements sont précis, la recherche va être facile mais…le village de Sarrasquette n’est plus une commune depuis 1843 il a été regroupé avec Bussunarits et dans les registres de naissances apparaissent de nombreux Pierre Sallaberry mais aucun fils de Marie Urruty.

Effectivement l’enfant a été enregistré sous le nom de Etcheçahar Pierre. Etcheçahar est le nom de son grand-père maternel marié dans la maison Sallaberry de Sarrasquette. Au pays basque rural, le nom de la maison prédomine sur le patronyme et les coutumes perdurent. Le mystère est éclairci !

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La fuite de Bernard Supervielle

Oloron

par Simone Gervereau– octobre 2014

Étant la dernière mémoire vivante de cette lointaine famille qui fut la nôtre, il me faut rétablir quelques vérités qui, au cours des générations, ont été, volontairement ou pas, occultées.

D’une voix à une autre s’installent l’omission, les ajouts et bien vite, la légende… La vérité, la voici, telle qu’elle m’a été maintes fois racontée par ma grand-mère Marie Domenge Supervielle, épouse de Ferdinand, 3ème fils de Romain qui, enfant, avait été tellement marqué par la disparition de son frère aîné.

Romain Supervielle

Romain Supervielle et Anne Etchehon s’étaient mariés le 3 mars 1847. Dans les cinq premières années de leur mariage, ils eurent quatre fils. Sept ans plus tard, ils eurent Achille, et encore cinq ans plus tard, Aglaë, la fille tant attendue et qui fit l’adoration de sa mère.

Anne Etchehon Supervielle élevait ses fils avec rigueur et sévérité. Quand mon grand – père Ferdinand qui faisait son service militaire dans la cavalerie à Moulins (après la guerre de 1870, le service durait 7 ans !) obtint, après 18 mois, l’autorisation de son Colonel d’aller passer quelques jours dans sa famille, par retour du courrier, sa mère lui répondit : « Comment, tu viens à peine de partir, et tu parles déjà de revenir ? » Ferdinand qui ressemblait beaucoup à son père dont il avait la blondeur, les yeux très bleus, la douceur du caractère, et un certain bonheur de vivre, avait reçu cette lettre comme une blessure au cœur…

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El abuelo de Isabel

Venezuela

Voici le premier paragraphe de l’histoire familiale de mon amie Isabel Palpieris

Mi abuelo era una foto.

Una foto amarillenta en una esquina del espejo.

Esteban Palpieris, foto restaurada

Una foto que anunciaba el nacer de cada día y el final de las jornadas; era como un ser invisible con el que mi madre conversaba de sus angustias y sus pesares, una imagen descolorida con la que compartía sus pequeñas alegrías.

Ese era mi abuelo, vivo y presente cada día de nuestra existencia, pero completamente irreal.

Jamás lo conocimos, murió cuando mi madre tenía apenas 14 años, nunca supimos de donde había venido, nadie conocía la historia de su vida; decía mamá, que ni siquiera hablaba claramente en un solo idioma, sino que mezclaba expresiones de diferentes lenguas desconocidas para ella, así que sus palabras siempre fueron escasas en su memoria.

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